En el sentido común ilustrado de la historia de la música, el devenir histórico del ritmo durante la Edad Media se vincula únicamente a las transformaciones en la concepción y sobre todo las formas de notación circunscritas a la música monacal, catedralicia y/o universitaria. Pero el mundo sonoro medieval -si es que todavía vamos a continuar periodizando y llamándolo así- es mucho más vasto que ese reducido aunque sofisticado entorno musical: desde la música popular medieval de influencia mediterránea a las formas del canto cristiano oriental, el musicar transcultural de las peregrinaciones o la pretenciosa poesía sonora de las cortes de amor, pasando por el rico mundo musical del Al-Ándalus y sus vastas conexiones con las tradiciones del Magreb, el Sahel y la ruta de la seda; los cruces entre diversas tradiciones cristianas, musulmanas y judías, entre otras, generaron una intrincada y muy rica trama en la que convivieron diversas concepciones rítmicas, sonoras y performativas. Ampliar el horizonte histórico descentrando a Europa occidental en un periodo en el que fue periferia, es una tarea urgente para reconsiderar las formas del musicar medieval y su influencia en la música antigua.